Por
Yoani Sánchez
Quizás ustedes no lo saben - porque no
todo se cuenta en un blog - pero el primer acto de repudio que vi en mi vida fue
cuando sólo tenía cinco años. El revuelo en el solar llamó la atención de las
dos niñas que éramos mi hermana y yo. Nos asomamos a la reja del estrecho
pasillo para mirar hacia el piso de abajo. La gente gritaba y levantaba el puño
alrededor de la puerta de una vecina. Con tan poca edad no tenía la menor idea
de qué pasaba. Es más, ahora cuando rememoro lo ocurrido apenas tengo el
recuerdo del frío de la baranda entre mis dedos y un destello muy breve de los
que vociferaban. Años después pude armar aquel calidoscopio de evocaciones
infantiles y supe que había sido testigo de la violencia desatada contra
quienes querían emigrar por el puerto del Mariel.
Pues bien, desde aquel entonces he vivido de cerca varios actos de
repudio. Ya sea como víctima, observadora o periodista… nunca - vale la pena
aclararlo - como victimaria. Recuerdo uno especialmente violento que experimenté
junto a las Damas de Blanco, donde las hordas de la intolerancia nos
escupieron, empujaron y hasta halaron los pelos. Pero lo de anoche, fue inédito
para mi. El piquete de extremistas que impidió la proyección del filme de Dado
Galvao en Feria de Santana, era algo más que una suma de adeptos
incondicionales al gobierno cubano. Todos tenían, por ejemplo, el mismo
documento - impreso en colores - con una sarta de mentiras sobre mi persona, tan
maniqueas como fáciles de rebatir en una simple conversación. Repetían un guión
idéntico y manido, sin tener la menor intención de escuchar la réplica que yo
pudiera darles. Gritaban, interrumpían, en un momento se pusieron violentos y de
vez en cuando lanzaban un coro de consignas de esas que ya no se dicen ni en
Cuba.
Sin embargo, con la ayuda del senador Eduardo Suplicy y la calma ante
las adversidades que me caracteriza, logramos comenzar a hablar. Resumen: sólo
sabían chillar y repetir las mismas frases, como autómatas programados. ¡Así
que la reunión fue de lo más interesante! Ellos tenían las venas del cuello
hinchadas, yo esbozaba una sonrisa. Ellos me hacían ataques personales, yo
llevaba la discusión al plano de Cuba que siempre será más importante que esta
humilde servidora. Ellos querían lincharme, yo conversar. Ellos respondían a
órdenes, yo soy un alma libre. Al final de la noche me sentía como después de
una batalla contra los demonios del mismo extremismo que atizó los actos de
repudio de aquel año ochenta en Cuba. La diferencia es que esta vez yo conocía
el mecanismo que fomenta estas actitudes, yo podía ver el largo brazo que los
mueve desde la Plaza de la Revolución en La Habana.
Fonte: "Generación Y"
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